Apenas empezado, llevo una larga temporada ausente del blog. Hay
razones para ello, como las hay para todo.
En este caso las razones son dos. Una la principal y ya suficiente
por si sola y la otra, que siendo insuficiente, refuerza el peso de
la principal.
La razón principal es que dicen que basta estar tres segundos
contemplando, digo contemplando, no mirando, el rostro de una mujer
para terminar enamorado de ella. Y, debe ser cierto y al parecer me
pase demasiados segundos contemplando un rostro.
En los días en que ocurrió no estaba preparado pero sí muy
necesitado de conocer a alguien como ella.
Una inteligencia y emociones espectaculares, un físico que no
llama la atención pero que desborda salud.
La primera impresión, la de antes de cruzar la primera palabra,
es que estaba ante una tímida que quizá fuera a la vez un poco
engreída y hasta un tanto superficial. Se ve que no estaba yo muy
despierto y lucido en tal momento ya que las dos ultimas cosas,
engreída y superficial, son incompatibles con la primera y por lo
tanto o lo uno o lo otro, pero todo a la vez no podía ser.
En todo caso sí sentí curiosidad por saber como era aquella
desconocida. Por lo tanto me dispuse a aprovechar la primera
oportunidad para hablar con ella y tratar de “descifrarla” Sí,
ya lo sé, muy poco romántico lo que acabo de decir por el modo en
que lo dije y es que el verbo “descifrar” es en estos casos de lo
más anti-romantico. Pero es que yo ni soy un romántico, ni lo
pretendo; simplemente, en ese momento, quería saciar mi curiosidad.
A los diez minutos de conversación ya me tenia boquiabierto.
Cuanto más nos adentrábamos en la conversación, más y más
resultaba obvio lo evidente. Estaba ante alguien excepcional.
Los días siguientes no hicieron más que reforzar esa impresión.
No me enamore.
Pero no me enamore por que ella no quiso.
En realidad no sé lo que quería ella, pero eso desde luego no.
Sí lo pienso fríamente sospecho que usarme como terapia, a la vez
que servirme ella a mi también de terapia. Y, es que tiene, ella,
alma de psicóloga y ambos acumulábamos un buen montón de viejas y
profundas heridas. Y, aquella mutua comprensión y profunda empatia
nos hacia mucho bien.
Cuando por fin se fue...
Cuando regreso a su casa y su mundo me quede sin otra cosa de ella
que recuerdo. Era su ausencia un dolor sordo, que no se callaba.
Coincidió, por pura coincidencia, con el inicio del blog; que ya
tenia programado.
Y, pronto vi, a las pocas entradas, que me estaba interfiriendo en
mi proyecto; pues cada vez que intentaba pensar y descubrir o decir
algo sobre mi ideal de mujer me descubría en el acto, a mi mismo,
pensando en ella y no en ideal alguno. Por lo tanto y dado que no
podía pensar en el tema del blog tampoco podía publicar nada en él.
La otra razón, la pequeñita y que no importa, es que descubrí
algo con respecto al blog que me produce incomodidad. Y, es que no
resulta anónimo para un pequeño grupo de personas de mi entorno
intimo. Les hable de mi proyecto de blog, y hasta algo lo difundí,
sin percatarme de que bien podría ocurrir al final que deseara yo
publicar algo en él que no pudieran ellos relacionar conmigo. Al fin
y al cabo que alguien pertenezca, más o menos, a mi entorno intimo
no quiere decir que necesariamente desee yo que conozca determinadas
intimidades mías, como mías.
Por supuesto el retorno al blog, y no solo la ausencia,
tiene también sus razones.
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