Recuerdo, como si fuera ayer, que, hace años, durante el
conflicto bosnio, por no me acuerdo que cadena de televisión se
emitió una minientrevista a una francotiradora bosnia que, desde la
sitiada ciudad de Sarajevo, se dedicaba a cazar a los francotiradores
servios, que disparaban indiscriminadamente sobre la población, con
intención de sembrar el pánico y el caos.
Me gusto la naturalidad con la que hablaba y sobre todo aquella
serenidad que emanaba de ella. Una serenidad “afilada” y en ese
momento “enguantada” cual uñas de gato.
Quizá eso pesara cuando buscando información sobre una de las
novelas, que fantaseo escribir y jamás escribo, me encontré con una
imagen de Roza Shanina y un escaso puñado de palabras comentando la
foto... Puede ser. O, eso pensé en un primer momento.
Con el paso del tiempo fui tomando consciencia de que en realidad
fue otra cosa la que me produjo tan fuerte y favorable impresión al
contemplar esa foto.
Una de mis antiguas amigas, con “derecho a roce”, tiene un
asombroso parecido con la mujer de esa foto. No tanto en la cara,
pero si completo en sus gestos.
La foto es un típico posado para la propaganda, no tiene nada de
natural, y pese a ello no deja de entreverse, en ella, una serie de
cosas. Me trasluce valentía, honestidad, sociabilidad,
inteligencia...
También dolor, tragedia, secretos, falsedades.
Desconozco que de todo eso se encuentra realmente presente en la
imagen y que parte la proyecto yo sobre ella desde mis propios
recuerdos personales.
Hay incluso algo que me resulta amargo cada vez que contemplo la
foto, que me hiere, pero eso seguro que no es por la foto, es por
los recuerdos que la imagen despierta en mí.
Ya dos años antes de que esa amiga y yo llegáramos a cruzarnos
por primera vez la palabra, siendo solo conocidos de vista, yo la
admiraba por lo que le había visto hacer y lo que me habían contado
de ella.
Una tarde, por fin, hablamos. A la tarde siguiente nos besamos.
Pronto llego la cama. El mutuo contarse, abrirse el uno al otro. Al
principio todo fue genial.
Luego todo comenzó a ser cada vez más raro, todo se complicaba
con ella, todo se volvía difícil. Termine escapando de ella, aun
hoy, tantos pero tantos años después, le sigo evitando. Pero sigo
echando de menos a la amiga que fue al principio.
Mi amiga era, es, valiente, honesta, sincera, inteligente,
solidaria, noble...
Esa es la amiga que hecho de menos.
Pero también era maniática, estaba firmemente convencida de que
todos los hombres, por genética, son inmorales, egocéntricos e
intelectualmente torpes; su padre incluido. Todos excepto su hermano,
al que consideraba una especie de santo, pero santo tonto. Se
encontraba inmersa en una fantasía tipo “chica lista pastorea
chico torpe pero interesante”. Se enamoro, pero no de mí, se
enamoro de un hombre que jamás he sido, pero que era el único
hombre que ella veía en mí. Y, lo peor es que era totalmente
sincera, esa era su forma de ver a los hombres.
Desorientado por la situación, sintiéndome impotente ante ello,
lo hable con dos de sus amigos, uno de ellos también lo era mio.
Ambos me dijeron lo mismo, que también a ellos les pasaba algo
parecido con ella, pero que sus virtudes compensaban ese defecto y
que eso era lo que había y que yo podía tomarlo o no, que era libre
de elegir, pero que no creían que le pudiera cambiar su imagen sobre
los hombres.
Y, no pude. Y, cuando vi que tenían razón y que no podía,
entonces, le escape.
No, para nada recuerdo aquello con agrado. Me duele aun hoy.
Por eso al mirar la foto de Roza yo realmente no sé lo que veo.
Pero dado que no son muchas las mujeres sobre las que puedo llegar a
hablar en este blog, por si acaso, he buscado información sobre
Roza, pensé que bien poco o nada habría, como no la hay sobre casi
ninguno de los millones de soldados que lucharon en la IIGM, para mi
sorpresa sí que encontré información sobre ella y admito ahora
que, por méritos propios, Roza Shanina tiene un lugar en este blog.
Pese al parecido, a tener la misma expresión en el rostro que mi
amiga, Roza se enamoro dos veces en su vida. La primera de Misha
Panarin, al que ella misma califica de “buen muchacho”, lo que
para mi amiga la convierte en una ingenua, pues para ella “buen
muchacho” es una expresión formada por dos palabras que se
excluyen mutuamente. No se
ruso, pero al parecer, relatando sus sentimientos, ante la muerte de
él ,ella escribió: “me amaba y yo a él también” , puede que
en ruso no haya forma de confundir el verbo querer con el verbo amar,
lo ignoro, pero me gusta que me de la sensación de que ella sabía
diferenciar entre querer y amar
En fin, que la próxima entrada estará dedicada a ella.