Todo blog tiene al menos un
autor o autora, pero aquí, en nuestro caso, hay además un causante
directo de la existencia de este blog que ni sospecha que lo es ya
que para empezar ni sabe que el blog existe.
No es mi intención hablar de
él, ni es este lugar para ello, ni sabría muy bien que decir. Pero
si vendrá bien que cuente como es que el blog llego a existir.
Todo comenzo hace algún tiempo,
quizá mucho. Leyendo un articulo de un periodista cuyos artículos y
libros suelen gustarme. Desgraciadamente no recuerdo el titulo de
aquel articulo e ignoro si la tentación de tratar de ponerme en
contacto con su autor, para ver si el me lo puede decir o explicar
como puedo dar de nuevo con ese articulo... llegara a vencerme o por
el contrario terminare olvidando el asunto con un "no vale la
pena molestarle por semejante chorrada mía, además a saber si
dispone de tiempo para ello", por lo tanto es muy probable que
el blog termine muriendo cuando le toque llegar a su fin sin poder
refrescar la memoria sobre sus inicios.
Aun así, por supuesto, algo
recuerdo.
Recuerdo que aquel articulo no
me gusto nada. Se podría decir que incluso me molesto. A la vez me
sorprendió y no es fácil, podéis creerme, sorprenderme.
Ambas cosas, la sensación de
molestia y la sorpresa, se coaliaron para que a lo largo de los años
me descubriera, ocasionalmente pero reiteradamente, pensando en ese
articulo. En lo que allí se nos decía.
¿Qué se nos decía?
Bueno, el autor exponía una
teoría, si original suya o no yo no lo sé, según la cual la mujer
que amamos es un ideal que nos arrastra a irnos enamorando de las
distintas mujeres que a lo largo de la vida nos vamos encontrando
capaces de algún modo de reflejarlo o encarnarlo.
Yo que solo me he enamorado una
vez en la vida, que llevaba por entonces unos 20 años enamorado de
ella y que continuaba estandolo y que por todo ello había y
continuaba pasando las de San Quintin y un poco más, encontré, o me
pareció encontrar, que todo aquello no era más que una solemne
tontería, tamaño Everest cuando menos, pero novedosa ya que nunca
antes me la había encontrado ni a ella ni a ninguna otra que se le
pareciera.
Al resultarme tan novedosa no
encontré motivos para relegarla al cajón del olvido, en su lugar la
atesore dispuesto a estudiarla. Buscaba pruebas que la
desenmascararan como tal tontería que era o que bien me demostraran
que en realidad el tonto era yo y que la tontería no eral tal salvo
la que había en mi.
Fue pasando el tiempo. Y,
continuo pasando.
Hoy por hoy estoy totalmente de
acuerdo con aquella teoría. Ahora es también la mía.
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